La voz en bandolera

2012. Visor. Colección Visor de Poesía
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Edición de Erika Martínez Cabrera --------------------------------------------------------------------------------------- Con la voz en bandolera mi padre cuenta: ellos inventaron un país sin saberlo Inventaron: la manera de alzar los ojos, el puño, el techo 1 No hubo guerreros en mi familia ni doctores ni poetas. No tengo saga que contar ni epopeya sostenida con la espada en el anca briosa de una yegua. Sólo un puñado de historias que ni registra siquiera el nombre de los árboles del río o de los pájaros que amanecían los días campesinos en un pueblito de Italia perdido con la muerte y la memoria de mis abuelos. Tengo por herencia un resplandor del Adriático y un enorme azadón que puebla todas las cosechas. 2 El padre de mi madre tuvo como cuna los aperos de un buey que tiraba del arado. Clavaron las horquillas una cama de bronce y extensas glicinas al sur de Santa Fé. Levantaban la cosecha propia y después enfilaban el buey hacia La Pampa a levantar la cosecha ajena. Sin conquistas de indios ni desiertos. Amparados por el rezo la voluntad y el lucero. Hubo, eso sí, un pariente que tocaba el acordeón en mi familia y amistad con peones guitarreros que venían vaya a saber de dónde sino de esta tierra buena para cruzar el precio del olvido y la pobreza. 3 En tiempo de langostas o sequía en tiempo de mentira cuando los cerealistas se lanzaban a quiebras fraudulentas nube negra pájaro de rapiña o era alto el arancel llegado el momento de cambiar por vacas al gringo y todo su esfuerzo mis abuelas cambiaron el percal de sus vestidos por las ásperas bolsas que sobraban del maíz o del trigo En tiempo de langostas o sequía en tiempo de mentira 4 La tía Asunta asaba las castañas: un revoloteo de faldas y pañuelos negros en la negra garganta del horno chacarero La tía Asunta contaba cuentos. La Biblia era su arsenal pasado por el tamiz de las cocinas y establos de Italia La tía Asunta contaba la fábula de la mula que se volvió estéril por no querer cargar al niño y a su madre huyendo de Herodes, de la matanza Estéril por no creer en la certera realidad de los milagros El poder de la imaginación, digamos, o la imaginación al poder También contaba la historia del anciano que plantara una vid aunque esta vid no diera frutos en la vida del anciano que la plantara Y jugosas uvas cosechó el anciano púrpura, ámbar, carmesí entre las hojas verdes que reflejaban los soles resecos de la vieja Italia, como milagro para aquél que sin importarle su propia muerte a favor de la vida la plantara La tía Asunta contaba cuentos llenos de viejas maldiciones y milagros, ligados al sudor, la justicia, el trabajo. Polvo enhebrado a las voces de las cocinas y establos de Italia Polvo, palabras, recogidas por los niños de su familia como herencia de clase y sangre fragmentadas. 5 Hubo pacíficas revueltas contra los dueños de la tierra. Muchas deudas. Un fonógrafo donde cantaba Gardel. Casamientos, bautismos entierros al final de las cosechas. Yo me crié en la pampa húmeda. Verde farallón de sueños y de chacras. Peones y campesinos fueron mi ascendencia. Palabras italianas, guaraníes quechuas se mezclaron desde niña en mi alfabeto. No tengo saga que contar ni epopeya sostenida con la espada en el anca briosa de una yegua. Pero sí un puñado de historias que rescatar donde se cuentan para memoria de la Aldea apariciones desapariciones en la noche cruenta y un enorme azadón que puebla todas las cosechas.

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